La Rueda del Tiempo foro
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Procedencia : Atha'an Miere
Localización : Tar Valon
Senda : De la sombra
Cometido : Seguir aprendiendo

Categoría: Narración. Blood, Rain... de Sariel Rofocale Empty Categoría: Narración. Blood, Rain... de Sariel Rofocale

Dom 04 Sep 2011, 21:49
Blood, Rain…

Sería estupido afirmar que la muerte es gloriosa… No lo es; en su mayoría, toda muerte
no es sino una rápida sucesión de incidentes, cada uno mas grotesco que el anterior; que
apagan sin cesar las vidas de los hombres, hundiéndolos en el olvido al que todo
hombre esta destinado.
Podría aducirse, es verdad, que las gestas que se aureolan de leyenda hacen que los
hombres que en ellas participaron, o por lo menos sus nombres sobrevivan a la
desaparición del individuo, más, ¿Acaso importa? ¿Realmente importa que tu nombre
¡Oh Aquiles! ¡Oh Héctor! Se pronuncie con reverencia siglos después de que vuestros
cuerpos sean polvo esparcido por el viento?
Si lo que hace a un hombre son sus pensamientos, sus acciones, la delicada esencia de la
vida que les quema por breves instantes en el largo y parsimonioso fluir del tiempo…
¡Terrible destino el de los hombres!
¡Amarga recompensa es la vida, de la que no somos más que molestos y fugaces
arrendatarios!
Y, ¿Qué es la muerte sino la más abyecta de las humillaciones? No hay nada que ofenda
mas al hombre que saberse mortal, saber que tarde o temprano su carne y sus huesos
serán pasto de gusanos, como tantos otros antes que él… Inútil es tratar de engañarnos
con los falsos mitos de la supervivencia del espíritu… A fin de cuentas, la mejor edad
de la vida es sencillamente estar vivo, en cualquier circunstancia. Por que después del
beso de la parca, ¡Nada somos! ¡De nada servimos!
Y sin embargo, que cruel es el aburrimiento que nos invade a cada instante de nuestros
días… Que artero engaño es la vida, con sus dolores, sus afanes, con sus terrores, sus
ausencias. Que gran mentira es el amor, que insolente perjurio es una caricia… La vida
en general, es un chiste de mal gusto… Excepto al menos cuando te enfrentas a la
muerte.
No esa muerte mediocre de los que por azar caen, no esa muerte injusta (Si es que hay
algo de justicia en cualquier muerte) que te viene por la espalda en cualquier callejón
infecto… Ni si quiera esa que te das tu mismo, cuando ya nada puede darte alegría y
esperanza…
No, yo hablo de esa muerte que se instala a tu lado, que te besa los parpados y te hace
temblar el cuerpo, en una violenta sinfonía de rabia y desesperación… Cuando ves en
los ojos de tu enemigo la misma rabia y el mismo miedo… Cuando el beso del acero
muerde una y otra vez tu carne, sin que sientas dolor alguno, demasiado cegado por la
sangre que bulle en tus venas y que parece querer reventarte la cabeza…
Cuando como un animal salvaje, das vueltas alrededor de tu oponente, atacas, y haces
una finta, y retrocedes, y su acero te marca el brazo o la frente y el tuyo araña también
insistente la piel de tu enemigo…
Tu respiración se hace rápida, pero el aire es más y más pesado… Tu corazón parece
querer salirse del pecho y a duras penas logras contener el temblor de tus rodillas. El
miedo al evidente final se hace presente en cada movimiento, pero no logra apagar la
rabia desesperada… El deseo intenso y furioso de seguir viviendo.
Y avanzas, y escapas por poco, y sigues acometiendo, dando pequeños saltos, ora
atreviéndote, ora escapando, de izquierda a derecha, buscando un punto, un solo espacio
de luz que te permita adelantarte. Leyendo en los ojos de quien te enfrenta tu propia
sentencia, y sin embargo rebelándote, intentando, pese a todo atravesar su defensa…
¡Ah!
¿Como puedo yo describirte la sublime delicia de estar vivo en un momento como ese?
El tiempo se extiende, se hace inconmensurable… El sudor corre por tu frente y
cayendo en tus ojos te hace lagrimear… Y parpadeas, mucho, por que si cierras los ojos
más de un instante perderás la vida… Y aunque hayan pasado tan solo algunos minutos,
tu cuerpo se estremece como si hubieras corrido toda una jornada…
Por que la tensión de la muerte agota más rápido el cuerpo y la mente… Por que tus
músculos se tensan al limite, y la sangre corre a borbotones por tu cuerpo, cantando con
violencia la vitalidad de tu existencia, y su canción parece un triste pero violento
lamento, una agresiva suplica, como si deseara, pidiera a gritos ser derramada…
No hay técnica en una pelea, no hay gracia, ni honor, solo hay muerte, la tuya, la de tu
oponente, todo lo demás no son sino vaguedades… No pasa tu vida frente a tus ojos, no
recuerdas nada, no sientes nada, ni dolor, ni pena, ni arrepentimiento. No eres libre, pero
tampoco estas encadenado… Solo eres otro espíritu, habitando una coraza de carne que
se defiende, y ataca, que recibe y regala daño, que corta y es cortado, que apuñala y es a
su vez, apuñalado…En una interminable cadena de movimientos, que durará hasta que
uno de los dos falle, hasta que el cansancio venza y bajes demasiado la guardia, o te
dejes llevar por la desesperación y levantes el brazo, o descubras el pecho o el vientre,
justo lo suficiente para que uno de los dos, tan desesperado como el otro, fluya como
una serpiente y golpee…
No tiembla tu mano entonces, tu eres tu acero, y tu acero no es sino otra extensión mas
de tu cuerpo…
No hay consideraciones morales, no hay limites legales, ni temor, ni miedo… Solo la
blandura del cuchillo hendiendo mantequilla…
Ni siquiera hay sangre…
Es cuando te retiras y sacas la hoja que el cuerpo violado se estremece, y todos los
músculos del cuerpo del oponente se tensan, como queriendo retener la hoja que sale
con dificultad…
Es allí cuando viene la sangre… Roja, bermeja, un cálido surtidor de vida que comienza
a escaparse mientras el herido se desploma, aun sin sentir dolor, pero con el peso de la
derrota atenazándole las entrañas…
No… No habrá arrepentimiento… Solo un cansancio infinito… Como si hubieras
envejecido años en un solo instante… Ya no importa si el otro muere o no, ya no
importa si mañana el que estará en el suelo serás tú, tratando de contener inútilmente
con las manos ese torrente de sangre o vísceras que pugna por escaparse de ti… Lo que
importa es que hoy, en este mismo momento estás vivo… Maravillosamente vivo… El
dulce, dulcísimo aire entra y sale de tus pulmones, refrescante y delicioso como un trago
de vino blanco bien frío…
En ese instante, tu mente esta tan libre de impurezas, que podrías ser hasta inocente,
sobrevivir te libera de culpas por un breve instante… Si, sangrando, sudoroso, pero
vivo, un instante más, un día más… ¿Quién sabe hasta cuando?
No te atormentará el rostro de tu enemigo, el mero gozo de haberte salvado te eximirá
de toda culpa, y no hay duda alguna en tu mente, ninguna vacilación, puesto que
volverías a hacerlo…
Llueve… Siempre llueve estos días… Constantemente y sin tregua alguna para el
mundo… Nunca había conocido una paz de espíritu y de cuerpo tan completa, yo estoy
vivo, el otro, ¿Quién sabe? ¿A quién le importa? A mi no, por supuesto…
Ojala el hado me concediera esta muerte; si es que los dioses existen, tal es mi ruego…
¡Sempiternos hacedores del hado humano!
¡Dadme, al momento de mi muerte, un amanecer rojo y deslumbrante, y que mi partida
de este mundo me permita fumarme el ultimo cigarrillo, sobre los cadáveres agonizantes
de mis enemigos!
No anhelo, otra cosa más en mi vida… Aunque nadie me recuerde después y mi nombre
sea polvo como todos los que murieron antes que yo, como todos los que morirán
después de mi, que no tengo semilla…
¿Cómo podría yo anhelar otra existencia, sino esta, cómo podría yo desear otro final,
otra muerte sino precisamente esta?
Asesino… Me grita el viento… Y no me importa, he encontrado una nueva ley en la que
vivir, mientras me lata en corazón en el pecho…
Sariel Rofocale
Todo hombre es una historia…
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